MI SEGUNDA PRIMERA VEZ Parte 2

MI SEGUNDA PRIMERA VEZ

Parte 2


De camino al coche se nos escapaba aquella risilla tonta. Sobre el papel, íbamos a hacer algo muy de adultos, sin embargo, creo que nos sentíamos más críos que nunca.

La idea de ir a este local había sido tan espontánea, que de ningún modo se nos había ocurrido poner sobre la mesa, hasta donde estábamos dispuestos puestos a llegar. No habíamos hablado sobre si queríamos tener relaciones sexuales allí, y mucho menos, si lo haríamos con otras personas ajenas a nosotros.

Para serte sincero, yo había descartado del todo esa idea. Quizás, más que por mí, por ella. Supongo que a ella le ocurriría lo mismo para conmigo.

No sabría decirte si no el hecho de no haberlo hablado antes es un error. Por un lado, si nunca has ido a un local de intercambio, es complicado poder predecir tus límites hasta que no estés allí. Todo lo que puedas pensar y tratar de anticipar, es tan sólo, un ejercicio de imaginación alejado de la realidad.

También es verdad que nosotros fuimos completamente a la aventura, no teníamos ni idea en que nos estábamos metiendo. Para una pareja que sea mas consciente de a donde se dirige, yo sí que recomendaría hablarlo antes. Creo qué, de otra manera, el vínculo puede llegar a resentirse. Y ahora vas a entender por qué:

tensiones

Uno de mis momentos preferidos siempre que voy es justo el que sucede en el instante antes de entrar, junto a la puerta. No esperes el típico letrero luminoso, ni comerciales repartiendo flayers por la calle. Allí todo es sutil y silencioso. Hasta que entras.



En la puerta se respira tensión, una tensión erótica. Si tienes la ocasión de ir, y coincides con otra pareja en la puerta, aprovecha para observarles. Es maravilloso, todo resulta solemne y sobrio. Las parejas, suelen entrar cogidas de la mano. Hasta que entras.

Entonces, el universo se da la vuelta.

Esta tensión nos inquietaba y a la vez que nos emocionaba. Recuerdo el momento de pagar la entrada en la taquilla, todo aparentemente normal. Yo me fijaba en la chica que estaba en la entrada, buscando algún gesto diferente en ella. ¡Coño! Venimos a desnudarnos y a follar delante de un montón de gente, ¿no te escandaliza?

Nada, completa normalidad.

Cambio de universo

Pasamos dentro y todas nuestras incertidumbres bajaron de un plomazo. Lo que vimos era un local, con sus peculiaridades decorativas, pero a fin de cuentas, un local. Yo llevaba los ojos bien abiertos, como si quiera absorber cada detalle de lo que allí pudiera ver.

No te voy a engañar, estaba muy nervioso. Y por qué no decirlo, también asustado. Sentía vértigo ante la idea de tener que exponerme tanto, y necesitaba tenerla cerca para sentirme seguro. Sin embargo, a ella la veía completamente relajada, como si hubiera estado haciendo aquello durante toda la vida.

Quizás nos ayudó que estuviese prácticamente vacío. Recuerdo que había una pareja y un par de hombres sólos, tomando algo en la barra. En cuanto entramos sentí la mirada de todos ellos clavándose de sutilmente en nosotros, seguramente, en ella.

Pero me dió igual, incluso me gustó. Fuimos a la barra y nos pedimos una copa cada uno. El camarero nos preguntó si era nuestra primera vez allí y le contestamos que sí.

Nos propuso hacer una “excursión” por el local. No sé si por el efecto de la copa o qué, pero poco a poco sentía que mis nudos se soltaban y que me comenzaba a hacer con el sitio.

No es que me hiciera al sitio, es que me hacía con el sitio. Son sensaciones diferentes. Comenzamos la excursión y fuimos conociendo uno a uno todos los rincones de aquel lugar con luces tenues, pero sugerentes.

Cada espacio tenía su singuralidad, en algunos había espejos en el techo, en otros, los espejos se encontraban incrustados en la pared, donde sorprendentemente, sólo podías ver que había enfrente desde uno de los lados. El tour acabó en la zona de la piscina, lo que entendí que debía ser el equivalente a la plaza del pueblo. El punto de encuentro.

Por fín nos soltaron. Estaba deseando poner en común con ella todo lo que nos habían mostrado. Me sentía super estimulado, cómo si acabase de recibir una ingente cantidad de información y aún necesitase tiempo para procesarla toda. Me había fijado en cada textura, en cada olor que allí se respiraba y en cada ángulo que ofrecía el sitio para hacer trampas.

Quería saber si ella también lo había visto, pero ella no había visto nada. No le gustaba demasiado aquello y lo noté enseguida sin que me tuviese que decir nada.

Le propuse ir a la piscina mientras nos acabábamos de tomar la copa. Fuimos a por toallas y chanclas, y después al vestuario. El vestuario era mixto, ¿una obviedad no?, pues era algo en lo que ni había reparado. De modo que cuando entramos, lo primero que nos encontramos de manera frontal fue a un hombre lavándose los genitales en las duchas.

Ella se giró ruborizada y no levantó la mirada del suelo. Yo le saludé y tuve que hacer un ejercicio estoico para no reírme de manera descontrolada. Aquello me encantaba, de verdad. Me sentía libre, intrascendente, leve.

Salimos de los vestuarios y pude entre ver el conjunto que finalmente había elegido. Le dije que estaba muy atractiva, y ella se anudó la toalla un poco más arriba.

Notaba que no estaba cómoda, así que le propuse buscar un ambiente más íntimo. Así hicimos. Fuimos a una especie de habitación que tenía una puerta corredera. Nos tumbamos y estuvimos charlando, bebiendo y riéndonos. Nos habíamos olvidado que estábamos en un local de sexo liberal, y estábamos haciendo lo que habríamos hecho en cualquier otro momento de nuestras vidas, pero en medio de un mundo totalmente desconocido para nosotros.



A veces se asomaba gente, veía que no había “fiesta” y se marchaban. Me hacía gracia imaginarles diciéndose entre ellos (no podía oírles); “nada, sólo están hablando”. Se lo comentaba a ella y nos reíamos.

Seguíamos allí, en el mundo particular que nos habíamos creado dentro del mundo swinger. Comencé a acariciarle el hombro y el pelo. Sentí rápido su reciprocidad, de manera qué bajé por el torso buscando el centro de su pecho con el dorso de mi mano. Con la yema de dos dedos hice el recorrido a la inversa, hasta tocar sus labios con mis dedos.

Sabía qué, en ese punto, ella ya se había olvidado de donde estábamos y que quería que continuase. Así que me detuve, durante unos segundos eternos. Quería qué, para continuar, me mostrara con su deseo que se había quitado los corsetes que le aún le quedasen. Y así fue.

Continué acariciándole el costado y le pedí que se diera la vuelta, recostando su cabeza sobre mi pecho. Me acerqué más para que sintiese la erección. Le dije qué, eso qué estaba sintiendo, era su poder.



Noté como se excitaba y apretándola contra mí, deslicé la mano por debajo de sus bragas. Comencé acariciando con las puntas de mis dedos suavemente la piel bajo el bordado de su ropa interior. Continúe avanzando mientras notaba como ella se impacientaba. Con dos de mis dedos trazaba círculos entorno a sus genitales sin llegar a rozarlos.

Ella pensaba que poco a poco iría reduciendo al círculo hasta acercarme a su clitorís. Y a mí, como no me gusta que sepan lo que voy a hacer, desaceleré y cuando menos se lo esperaba, le introduje mis dos dedos, fuerte.

Ella se retorció del gusto, y yo sentía la erección cada vez más fuerte. Nos desnudamos, se colocó encima mía a prisa y se introdujo mi pene.

Sin embargo…llegó alguien. Ahora sí que estaban de suerte, había fiesta. Yo me percaté, pero me dio igual e hice como sí nada. No sabía cómo reaccionaría ella cuando fuese consciente. Ella notó mi mirada preocupada hacia un lado y se giró hacía allí.

Así termina mi primera experiencia liberal.

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