
NUESTRO PRIMER TRIO
Hola, amigos de todas partes del mundo, soy yo, Nelson el autor de «Una Sorpresa para mi Esposa», en donde describo el placer que sentimos mi esposa y yo cuando le compré un enorme consolador de un material casi real para satisfacer sus fantasÃas de sentir un pene más grueso que el mÃo en su vagina y las mÃas de ver su rica cuquita penetrada por una enorme verga.
Luego de esta fantástica experiencia empezamos a tener contactos por Internet con personas de varios lugares del mundo y esto dio motivo a otras excitantes experiencias, como cuando hicimos contacto telefónico con un hombre de otro paÃs (vivimos en San Cristóbal, Venezuela) y tuvimos una deliciosa y satisfactoria sesión sexual en trÃo, pero mi esposa y yo y otro hombre a través del teléfono, lo cual nos puso a millón y en la que disfrutamos al máximo imaginando que aquel hombre estaba presente con nosotros y se cogÃa a mi linda mujercita mientras yo los miraba y luego participaba con pasión desbocada; esto lo narro en una segunda historia. La tercera historia que escribà fue inspirada en nuestros deseos de participar realmente en un trÃo con otro hombre, mi esposa y yo, ya que mi ardiente pareja estaba loquita por sentir en su interior las delicias de ser penetrada doblemente, por delante y por detrás, pero dado el hecho que nunca habÃamos practicado sexo anal, ella espontáneamente una noche me pidió que la cogiera por su estrecho y rico culito, el cual hasta el momento era totalmente virgen y en dicho relato cuento los pormenores de tan satisfactorio estreno anal. Ya preparado su cuerpo para recibir dos vergas en sus calientes agujeros, nos dimos a la tarea de buscar la persona ideal con quien compartir nuestras apetencias en materia sexual, pusimos un anuncio en una página de contactos swinger de nuestro paÃs y empezamos a seleccionar cuidadosamente los posibles candidatos con quien realizar la gran fantasÃa de mi esposa de experimentar una doble penetración y mi deseo de verla follando con otro hombre delante de mis ojos y de sentir su rico chochito invadido por otro pene mientras yo la penetraba por su apretado y maravilloso culo. Precisamente la razón de esta nueva historia es relatarles la forma en que se desarrollaron los acontecimientos que nos llevaron a vivir la mayor experiencia sexual que jamás hubiéramos imaginado, cuando realizamos, ¡por fin! un delicioso y gratificante trÃo.
Luego de recibir una gran cantidad de correos en nuestro mail de hombres interesados en compartir esta rica experiencia con nosotros, empezamos a conocerlos mejor y a estudiar el perfil de cada uno de ellos, para no irnos a llevar un chasco en nuestra primera vez y para que el momento fuera perfecto y no diera al traste con nuestras expectativas. Después de mucho analizar las virtudes y defectos de quienes nos escribÃan, decidimos inclinarnos por un interesante caballero que nos escribió desde otro estado del paÃs, que aunque bastante retirado del nuestro, él siempre manifestó su disposición a viajar a nuestra ciudad para llevar a cabo esta hermosa experiencia para él también muy deseada, ya que nos cuenta que era su mayor fantasÃa, cogerse a una mujer con el consentimiento de su esposo, mientras éste miraba y después participaba, que precisamente coincidÃa perfectamente con nuestras lujuriosas fantasÃas. Asà que como nos entendÃamos muy bien en nuestros gustos y el caballero aparte de ser una persona muy culto, respetuoso y maduro, también era muy ardiente y morboso y nos hacÃa calentar bastante con las descripciones que hacÃa de lo que harÃamos llegado el momento, ya fuera a través de los ardientes correos que nos escribÃa, como a través del teléfono, luego que le tuvimos la suficiente confianza como para darle nuestro número personal. Hace precisamente una semana nos llamó diciéndonos que aprovecharÃa que tenÃa algunos asuntos pendientes que resolver en nuestra ciudad, para encontrarse con nosotros y planear un encuentro de pasión y sexo desbordado, entre los tres y asà satisfacer mutuamente nuestras más alocadas fantasÃa sexuales. Lo cierto del caso es que fijamos una fecha para el encuentro y éste se dio el lunes pasado, el 9 de septiembre, gran fecha para nosotros, como para recordarla toda la vida, y acordamos encontrarnos en un céntrico café a eso de las 9:00 de la noche. Todo el dÃa estuvimos haciendo los preparativos para esta noche tan especial y yo decidà comprarle especialmente para la ocasión a mi esposa una lencerÃa muy sexy que habÃa visto otro dÃa en un almacén de ropa Ãntima. Grande era mi expectativa y me satisfacÃa mucho el pensar en todo el placer que iba a sentir aquella noche mi linda mujercita al sentir dos pollas horadando sus húmedas intimidades y a su vez todo el placer que me iba ella a brindar, cuando la viera bien excitada cogiendo con un desconocido mientras yo los miraba en el paroxismo del furor sexual. El dÃa se nos hizo eterno esperando tan grandioso acontecimiento hasta que por fin se dio la hora en fuéramos a acudir a la extraña e inusual cita. Llegamos retardados al sitio del encuentro debido a imprevistos de última hora, más de 20 minutos de atraso tuvimos y desafortunadamente él no estaba allÃ; cuál no serÃa nuestro desencanto cuando no lo conseguimos, la desilusión se reflejaba en el rostro de mi esposa y yo pensaba para mà que era una lástima haber desperdiciado aquella ocasión tan propicia.
De todas maneras, buscamos una mesa, pedimos dos refrescos (casi nunca tomamos licor, y nuestro contacto nos habÃa dicho que era totalmente abstemio, lo cual para nosotros era satisfactorio, puesto que no necesitamos que el alcohol ni ningún tipo de droga nos impulse a disfrutar del sexo, lo sentimos de la forma más natural del mundo, va llegando el deseo debido a los detalles del momento, las acciones, las frases, las miradas, las caricias, no hay mejor detonante sexual que el amor de pareja y el gusto por compartir nuestras fantasÃas y la confianza para aceptarlas y llevarlas a cabo, sin menosprecio del amor mutuamente profesado). Bebà la mitad del refresco apresuradamente, para aplacar la sed que la desazón me habÃa ocasionado y me dispuse a dejar a mi esposa en el café esperándome un momento, pues le dije que iba a dar una vuelta por los alrededores, a ver si él estaba por allÃ, ya que como no era de la ciudad y no habÃa venido nunca antes, existÃa la posibilidad de que se hubiera perdido o no hubiera dado con el sitio, mi esposa aceptó y se quedó allà sola guardando en su interior la remota esperanza de que encontrara al hombre de la cita, para no perder aquella noche tan ansiada. Di una vuelta a toda la manzana, tratando de encontrar a nuestro invitado y todo fue en vano, nadie coincidÃa con la descripción que nos habÃa dado previamente de como venÃa vestido y además nosotros ya lo conocÃamos por medio de una foto que antes nos habÃa enviado. Decepcionado por la fallida búsqueda, retomé el camino al café en donde se encontraba mi bella mujercita, impaciente y con los nervios en tensión, echándose a sà misma la culpa por su tardanza a la hora de acicalarse tanto para tan ansiado encuentro y era natural, querÃa lucir lo más bella posible para que nuestro contacto no se fuera a defraudar de ella y se le veÃa como a una joven en su primera cita amorosa. Ya me disponÃa a entrar al mencionado café cuando al frente de mà se estaciona un vehÃculo que coincidÃa con la descripción que aquel caballero me habÃa hecho por teléfono y en el vehÃculo pude ver a un hombre desesperado tras del volante, quien empezó a hacer sonar la bocina del auto, como para llamar la atención de alguien que pudiera estar esperándole. Yo, curioso, me acerqué y lo vi allÃ, enfadado, con una cara de pocos amigos, como de alguien que acaba de pasar por una gran contrariedad. Lo miré y lo saludé amablemente, preguntándole su nombre: – Eres tú, AnÃbal?; a lo que él respondió, también de forma amable aunque algo desconfiado: – Nelson? sÃ, dije yo, mucho gusto y entonces él comenzó a decirme que lo disculpara, que lo habÃan detenido unos policÃas por que se dieron cuenta que no conocÃa la ciudad y lo vieron como sospechoso y bueno un sinnúmero de detalles que no vienen al caso, esa era la razón de su retraso; yo le dije que no se preocupara, que también nosotros habÃamos llegado tarde y que debido a esa feliz coincidencia era que nos habÃamos logrado encontrar. Asà él empezó a contarme los pormenores del asunto, mientras entrábamos al café en donde mi esposa nos esperaba, y cuál no serÃa su alegrÃa cuando nos vio llegar juntos. Hicimos las presentaciones de rigor y AnÃbal, que asà se llamaba, quedó encantado con mi esposa, diciéndole que asà se la habÃa imaginado, bella y sensual, ya que él en el fondo sabÃa que una mujer de tan hermosa voz por teléfono (siempre le habÃa dicho que se le escuchaba una voz muy sensual y dulce a través del auricular, que cada vez que la oÃa se le paraba la verga) no podÃa sino ser también muy bella externamente, aunque sin embargo aclaró que no era lo más importante para poder compartir este hermoso momento.
Estuvimos hablando un buen rato, contándonos anécdotas y haciendo uno que otro caliente comentario, que hacÃan sonrojar a Blanca, por ejemplo como cuando él le dijo que ansiaba chuparle hasta el cansancio esa rica cuquita que habÃa visto por fotos que nosotros le habÃamos enviado y ella se reÃa nerviosamente y asentÃa diciéndole que qué rico, pero con cierto grado de vergüenza en su cara, por escuchar frases tan morbosas de labios de un casi desconocido. Ya con el ambiente entre nosotros más distendido y en medio de una atmósfera de deseo sexual, decidimos irnos directamente a un motel, a realizar de una vez por todas y sin más preámbulos lo que tanto habÃamos planeado. En el transcurso del viaje al motel, él nos contaba algunas de sus experiencias y nos hacÃa reÃr con sus ocurrencias y comentarios, que poco a poco hacÃan poner más cachonda a mi esposa y me tenÃa el corazón latiendo apresuradamente; yo iba en la parte de atrás del auto y ella se sentó a su lado, para que cuando llegáramos al motel no vieran que Ãbamos tres personas en el auto, ya que como ya dije alguna vez, vivimos en una ciudad de provincia, donde todas estas cosas son tabú y no son aceptadas por las atrasadas mentalidades de mis coterráneos. Cuando llegamos al motel, yo iba en la parte de atrás del auto, agachado, para no despertar comentarios en la recepción o algún inconveniente no deseado, sólo querÃamos llegar de una vez por todas a un lugar Ãntimo en donde pudiéramos dar rienda suelta a toda aquella pasión tan intensa que a los tres en ese momento nos embargaba. Era bastante extraño para mà estar en aquella situación, oculto como un delincuente en la parte de atrás del auto de aquel hombre hasta el momento prácticamente desconocido para nosotros, mientras mÃ, hasta aquel dÃa, recatada esposa, se encontraba sentada en la parte delantera junto a nuestro nuevo amigo, como viejos amantes, a punto de entrar a un motel, que si no fuera porque estaba yo allà presente, parecerÃa que ella se habÃa citado con él para tener una aventura extramarital, sólo que en este caso yo lo habÃa consentido y dentro de poco los dos disfrutarÃamos del momento, todo se consumarÃa y lograrÃamos realizar nuestras fantasÃas. Yo pensaba en aquel instante que ojalá se cumplieran todas nuestras expectativas y todo saliera como lo habÃamos imaginado. Entonces AnÃbal se estacionó al frente de la recepción y pagó la habitación, yo habÃa pensado decirle que compartiéramos los gastos pero él ni siquiera lo insinuó y me pareció muy cortés de su parte. Entretanto yo, oculto en el asiento de atrás, agachado y medio asustado, sentÃa mi corazón latir a prisa debido a la situación de doble riesgo, primero el no querer ser sorprendido haciendo algo de repente mal visto por los demás y segundo porque dentro de poco aquel hombre que estaba al volante estarÃa poseyendo a mi amada esposa, quien hasta ese momento habÃa sido la mujer más fiel que nunca hubiera yo conocido, siempre entregada por completo a mÃ, causando la admiración de todos nuestros familiares, la envidia de mis hermanos, y los comentarios de todos nuestros conocidos, que qué bonita pareja, que cómo nos amábamos, que se veÃa que ella me admiraba mucho; que cuánto yo la querÃa, es más, un dÃa mi hermano hizo un comentario que a mi esposa le causó mucha gracia, cuando alguien dijo: «hay que ver Blanca como quiere a Nelson» a lo que él dijo: «pero si es que eso no es amor, eso es otra cosa, eso es más bien como una adoración, una veneración» y en verdad, amigos, ella me ha querido tanto en la vida y yo a ella que realmente nos sentimos el uno al otro como una sola persona, una sola entidad, fusionados por el amor, la pasión, el deseo sexual, los sentimientos mutuamente compartidos, la cotidianidad, el dormir juntos, nuestros disgustos, nuestras alegrÃas, nuestros hijos, nuestras dificultades, nuestros éxitos, nuestros fracasos; todo lo compartimos con amor, con absoluta entrega, sin condiciones; cuando yo obtengo un logro importante ella lo disfruta como si lo hubiera obtenido ella y de igual forma cuando ella logra un éxito en la vida yo siento su satisfacción como si fuera mÃa, puesto que para mà ella lo es todo en la vida y yo sin ninguna duda afirmo que igual siente ella por mÃ, gracias a todas estas cosas hemos logrado vivir 12 años de feliz matrimonio, sumados a los tres lindos años de noviazgo y actualmente bien puedo asegurar que nos queremos más que al principio y somos ejemplo en nuestra familia, puesto que los matrimonios de todos mis hermanos han fracasado y nuestro hogar es el único estable.
Luego de recibir las llaves de la habitación, AnÃbal condujo el auto hacia la que nos habÃan asignado, cerró el portón del garaje y por fin pude yo salir de mi escondite, expectante y nervioso por lo que se avecinaba e igual sensación podÃa adivinar en los ojos de mi esposa, que me miraba de una forma que delataba su ansiedad y su deseo, y por dentro agradeciéndome sin decirlo mi complicidad para que ella pudiera experimentar el placer del sexo con otro hombre; lo mejor del caso es que los dos lo disfrutarÃamos y no como la mayorÃa de las mujeres lo hacen, a espaldas del marido y mintiéndoles y engañándoles en su buena fe, lo cual nunca puede ser la base de una relación duradera, al menos satisfactoria para ambos. Subimos al cuarto los tres, ella y yo primero y luego él, trayendo consigo una PC portátil con web cam, especialmente traÃda por AnÃbal para no perder detalle de lo que vendrÃa dentro de poco. Nos habÃa comentado ya previamente que la llevarÃa, a lo que nosotros dimos nuestra aprobación y además nos decÃa que llevarÃa el famoso video de la actriz venezolana Roxana DÃaz, para que lo viéramos como preludio a nuestros juegos sexuales. Llegamos y nos instalamos en el cuarto del motel, amplio, cómodo y bonito, perfecto para nuestro encuentro, hasta con una máquina de ejercicios, que se prestaba adecuadamente para experimentar diversas posiciones en el fragor de un buen encuentro sexual. Luego de instalar la PC, nos dispusimos a ver el mencionado video, en donde aparecÃa la bella actriz de impresionante belleza y cuerpo escultural, con su novio, acariciándole su verga y lamiéndole el ano, introduciéndole uno y dos dedos por detrás, mientras él se veÃa que lo gozaba al máximo; también ella se introducÃa un consolador plástico por su vagina mientras que él se la cogÃa por detrás por el culo y hasta la punta de una botella de champagne se metÃa la ardiente actriz por el coño, gozando a plenitud del placer del sexo, al igual que nosotros, el problema en este caso era el escándalo y dejar traslucir estas intimidades a la vida pública. Lo cierto es que el video era muy excitante y produjo en nosotros el efecto deseado: servir de detonante para lo que vendrÃa después. Luego de ver la pelÃcula nos sentimos aún más excitados y nos dispusimos a pasar a la acción. Él se despojó de su ropa y quedó en unos bóxer apretados, que le marcaban toda su gran erección, probablemente por estar pensando en lo que iba a hacer en unos breves instantes y por el bulto que se le hacÃa supuse que serÃa descomunal; sin embargo, miré a mi esposa a ver que decÃa y aún no se habÃa dado cuenta, entonces esperé a ver qué harÃa ella cuando lo viera bien, pues estaba seguro que se iba a asustar pero que también le iba a encantar. Yo también me desnudé y quedé solo en ropa interior, esperando anhelante el curso de los acontecimientos. Mi esposa se dirigió al baño y allà se despojó de su vestimenta.
Usaba una blusita negra pegada a su corpiño, que le apretaba sus ricos senos, los cuales se marcaban claramente sobre la tela, dejando adivinar sus pezones erectos por la fuerte excitación que esta situación le despertaba y unos pantalones de tela licrada, que le marcaban perfectamente su esbelta figura, sus lindas nalgas y sus bien torneadas piernas. Llevaba en el bolso lencerÃa muy sexy que especialmente para la ocasión yo le habÃa comprado, con un liguero de encajes, con sus tiritas a los lados y con medias negras, que le quedaba espectacular y que se disponÃa a colocarse para estar aún más bella en aquel momento tan ardiente de pasión desbocada. Yo entré con ella al baño, sin cerrar la puerta para no despertar extrañas sospechas en nuestro amigo AnÃbal, dispuesto a colaborarle al colocarse su nueva vestimenta, ya que ella sola no podÃa apretar bien los broches del liguero en una forma adecuada. Entonces él en ese momento entró y nos entregó una barra de jabón azul, sugiriéndonos que ella lo empleara para asearse más adecuadamente, aunque se encontraba impecable y hacÃa poco nos habÃamos echado un buen baño, no estaba demás todas estas precauciones, para hacerlo de la manera más higiénica y saludable posible. Entonces ella se lavó sus partes Ãntimas, su cuquita calientita y deseosa y su culito apretadito y anhelante de sentir placer desbocado. Mientras tanto yo la observaba y disfrutaba de aquella erótica visión de mi esposa preparándose y acicalándose para ser poseÃda por sus dos machos que afuera esperaban el momento propicio para complacerla y me parecÃa extremadamente excitante saber que aquella rajita que con tanto esmero ella lavaba, serÃa pronto visitada en toda su extensión por el miembro de otro hombre y por el mÃo propio dentro de una situación nunca antes vivida por ambos pero muy esperada desde hacÃa mucho tiempo. Al finalizar su lavado, me acerqué y le ayudé a secarse y me dispuse a colaborarle en ponerle el sensual liguero que tenÃa yo en las manos. Lentamente ella fue colocándose las medias, una tras otra, con sensuales movimientos, con expresión de ansiedad, y yo la abracé por detrás y le cerré el broche del liguero y me agaché a colocarle los sujetadores en las medias de encaje. En ese momento entró él a saber el porqué de nuestra demora y se acercó a nosotros dos y empezó a acariciarle los pezones a mi esposa, a pasarle la lengua por la piel mientras ella cerraba los ojos y se dejaba hacer, disfrutando del momento, mientras yo agachado a sus pies intentaba apretar los botones del liguero, pero el nerviosismo y el movimiento de ella y de AnÃbal me hacÃan fallar al buscar el orificio del broche. Asà fui colocando uno a uno los pasadores, mientras dirigÃa la vista hacia arriba y veÃa como ella embelesada y con los ojos cerrados disfrutaba de las apasionadas caricias que AnÃbal le propiciaba, mientras le decÃa que lindas téticas y las chupaba, las amasaba y las engullÃa por completo con feroz pasión, que qué lindo cuerpo, que bellas piernas, brindándole a mi amada deliciosas caricias preliminares que contribuÃan a despertar su lascivia y deseo de ser penetrada y complacida en aquella apasionada noche.
Yo, al terminar mi tarea, me les unà y comencé a besarle también sus caderas, sus piernas, a pasar mis manos con desesperación por todo su cuerpo, a veces encontrándome con las de AnÃbal, quien también la acariciaba con pasión y deseo. Todo esto sucedÃa todavÃa en el baño, por lo que decidimos tácitamente dirigirnos a un sitio más cómodo, por supuesto, la cama. Entonces AnÃbal llegó y se acostó en la cabecera de la cama, esperando con ansiedad el momento decisivo, y con la expresión del hombre que sabe que dentro de poco será complacido, y por una hermosa y deseable mujer como mi esposa. AnÃbal todavÃa tenÃa puesta su ropa interior, por lo que se le marcaba aún más ese enorme bulto sobre el bóxer de tela licrada, probablemente habÃa crecido más todavÃa, luego de las caricias preliminares en el baño y entonces lentamente se despojó de su única vestidura, saltando a la vista de nosotros una poderosa verga, dura, gruesa y larga, que provocó en ella una mirada de estupor y de admiración, ya que nunca habÃa visto en su vida otro pene diferente al mÃo y aquel era en verdad uno digno de todo elogio; totalmente enhiesto, con un enorme glande desafiante y poderoso, brillante, lleno de lÃquidos pre seminales debidos a la fuerte excitación del momento y deseoso de enterrarse dentro de la deliciosa gruta del amor de mi esposa. Yo por mi parte también me asombré, pues nunca habÃa visto una polla tan grande como esa y pensé para mis adentros que iba a ser delicioso ver como semejante pedazo de tranca se desaparecerÃa en lo profundo de la vagina de mi amada mujercita, que de seguro en aquellos mismos instantes estarÃa llena de sus fluidos lubricantes, como generación espontánea de su cuerpo ante la visión del objeto de su deseo e Instintivamente producidos por sus glándulas sexuales para facilitar la pronta penetración de aquella poderosa mandarria de AnÃbal. Pensé entonces con agrado que por fin mi adorada esposa serÃa penetrada por una verga bien grande y gruesa, lo cual yo sabÃa que ella ansiaba con delirio. Extasiada con la visión de aquella enorme polla y llena de lujuria y pasión, Blanca no esperó un segundo más y se abalanzó sobre él y lo llevó desesperadamente a su boca, como para comprobar si tanta carne era de verdad, tal vez con temor a que desaparecerÃa de repente y todo fuera un sueño, pero no, allà estaba, era real y ella lo podÃa tocar y sentir en sus manos. No era un sueño lo que acontecÃa, allà estábamos los tres excitadÃsimos, disfrutando de un alucinante momento de pasión y lujuria, dispuestos a no desperdiciar ni un sólo instante de tan anhelado encuentro. Las delicadas manitas de mi bella esposa entonces se apoderaron de aquel grueso tronco y suavemente se desplazaron por todo lo ancho y largo de aquella herramienta, acariciándola y descubriendo su rosada cabezota, repleta de lÃquidos pre seminales, los cuales ella absorbió con su lengua, chupando e introduciendo poco a poco aquel tronco en su boquita, tratando de tragarlo más y más, no pudiendo abarcarlo bien con sus manos y esforzándose más de la cuenta para poder recibir dentro de su boca semejante miembro viril.
AnÃbal y yo contemplábamos extasiados como mi preciosa hembra prácticamente devoraba aquella enorme polla, él disfrutando de tan ricas caricias y yo complacido de ver a mi bella compañera convertida en una mujer total, fogosa, lujuriosa y ansiosa de gozar al máximo del sexo. Mientras tanto él se fue desplazando poco a poco hasta la cuquita de Blanca, pasándole su lengua por toda la piel hasta llegar a aquel tesoro que tanto deseaba, el cual ya conocÃa por medio de varias fotos que yo le enviara, en donde se podÃa ver a plenitud su chochito rico, de labios pequeños y sensuales, con un clÃtoris rosadito y menudito, que se hinchaba en los momentos de mayor excitación y que pedÃa calladamente ser lamido y chupado hasta la saciedad. Cuando Blanca sintió el aliento caliente de AnÃbal dentro de su excitado sexo y su lengua luchando por entrar en aquellos rosados y húmedos labios, lanzó una exclamación de gusto que me estremeció de placer a mà también, viendo como gozaba toda aquella aventura a plenitud. Entonces él comenzó a darle lengua rápida y enérgicamente, lo que ella retribuÃa con pasión al chuparle y besarle y acariciarle su gran polla con la lengua, los labios, el interior de su boca, con su delicado cutis, con una pasión que estremecerÃa hasta a un muerto y que me tenÃa al borde del delirio. Presa de la excitación y olvidando por completo que yo estaba allÃ, concentrada por completo en aquel enorme pene de AnÃbal, mi esposa desesperada por sentirlo adentro de una vez por todas se soltó de las manos que le retenÃan sus caderas y de la boca que chupaba con ardor su deliciosa rajita y avanzó decidida a probar el placer de ser penetrada por tan grueso ejemplar masculino. Yo mientras tanto no perdÃa detalle de la escena y con una cámara fotográfica digital en la mano esperaba para ver como entrarÃa toda aquella barra de carne dentro de su rico chochito y asà captar aquellas imágenes tan eróticas por medios electrónicos que nos permitieran recordar siempre aquel momento y para estar seguros que no serÃa un simple y fugaz sueño. Por fin ella llegó a su objetivo, él estaba acostado boca arriba y ella se disponÃa cabalgarlo, loca de deseo por introducirse aquel maravilloso falo. Entonces le tomó la gruesa verga a AnÃbal con su mano y la orientó directamente a su anhelante agujerito y luego de frotar su clÃtoris con la abultada cabeza de aquel miembro, lo colocó al frente de su entrada vaginal y descargó todo el peso de su cuerpo sobre él, empujando de este modo a aquel grueso tronco a desaparecer, al menos el hinchado glande, dentro de las húmedas profundidades de mi amada consorte. Yo podÃa ver perfectamente como sus labios vaginales eran desplazados hacia los lados por la presión de aquel gran pene y como poco a poco se iba perdiendo entre la cuquita que tanto placer me habÃa brindado durante toda mi existencia y que ahora era penetrada al máximo por un hombre casi desconocido para nosotros, produciéndole a ella sensaciones inenarrables de gusto, puesto que ella, con sólo sentirlo abriéndola y entrando poco a poco.
dentro de su encharcada raja, lanzó una exclamación de placer y de gusto que pocas veces le he visto, y diciendo: «oooohhhhh, qué delicia! que pene tan rico, que cosa más deliciosa, cuán grueso es, por Dios, me llena toda mi amor, ves cómo entra?». Realmente se me acaban las palabras para poder describir y expresar lo que sentÃa yo en aquellos momentos viendo esa escena tan lujuriosa, cuánto gusto me daba saber que mi esposa era complacida y que sus deseos se veÃan cumplidos. Mi amor por ella para nada egoÃsta se complacÃa con todo lo que le diera placer, pasando sobre las barreras que impone la sociedad en materia de pertenencia, de posesión, de restricciones, como si el marido de una mujer fuera su dueño absoluto, sin importarle sus deseos, sus anhelos, sus gustos. Para mà era totalmente placentero nada más saber que ella lo disfrutaba, con eso me complacÃa. Ella parecÃa estar en otro mundo, olvidada por completo de tabúes, prejuicios y taras religiosas o convencionalismos sociales, decidida a satisfacer todos sus deseos sexuales y encantada con aquel enorme instrumento que la poseÃa en aquellos instantes. Entonces comenzó a cabalgarlo con delirio, subiendo y bajando sobre su tronco y no logrando introducirlo por completo pero sà casi hasta la base; ella misma se agachaba para ver como entraba y salÃa aquella gran verga y cerraba los ojos y gemÃa con pasión y se pasaba la lengua por los labios, en señal de satisfacción, como cuando uno se come algo muy sabroso, que se disfruta y se goza, y entonces se concentraba más en buscar su placer y movÃa la cabeza y los hombros con ardor, se acariciaba los pechos, contorsionaba todo su cuerpo, disfrutaba por completo del momento, mientras que yo capturaba todas aquellas imágenes con mi cámara, esperando el momento propicio para participar de la acción. En ese instante ella abrió sus ojos y me miró llena de lujuria, con una expresión de vicio en el rostro y dándome las gracias con la mirada por permitirle disfrutar de aquello que tanto habÃa soñado y me hizo señas de que me acercara y hasta allà llegué, atrapando su rostro con mis manos y besándola con pasión desbordada, mientras AnÃbal bombeaba su rajita con su poderoso instrumento y ella se bamboleaba ante los enérgicos embates de su ocasional amante. Ahora ella querÃa tener mi miembro en su boca y se dirigió a mi entrepierna y empezó a darme una mamada espectacular, de vez en cuando interrumpida por el placer que sentÃa al ser cogida plenamente por AnÃbal. Me masturbaba rápidamente con sus manitas, mientras sus labios rozaban mi glande y su lengua jugueteaba con la piel de mi prepucio, luego me lo engullÃa todo y lo chupaba, lo succionaba, lo mamaba, brindándome oleadas de placer y gozo y haciéndome sentir que tenÃa la leche en la punta de mi güevo.
Entonces decidimos cambiar de posición y fui yo quien me acosté boca arriba sobre la cama y nos ubicamos en posición de 69, ella continuaba mamándomelo maravillosamente y yo me disponÃa a chuparle aquella cuquita que me tenÃa loco e hipnotizado y por la cual estaba dispuesto a hacer todas las locuras posibles con tal de tenerla siempre a mi lado. Comencé a darle lengua a aquel sabroso coñito, totalmente mojado y pletórico de jugos sexuales, en donde hasta hacÃa poco habÃa estado la enorme verga de AnÃbal, y que ahora yo chupaba, masajeaba e introducÃa mi lengua por aquella ardiente gruta del placer. AnÃbal mientras tanto se estaba ubicando por detrás de nosotros y se disponÃa a cogerse de nuevo a mi esposa, deseoso por volver a ocupar tan delicioso chochito. A mà no me importaba para nada la cercanÃa de su pene con mi boca, puesto que lo que yo querÃa era darle placer a mi amada Blanca, que siempre me decÃa que le encantarÃa que yo le chupara el clÃtoris mientras que otro se la cogÃa con una buena polla y bueno, qué mejor oportunidad! Pude ver como él apuntó aquel grueso tronco a su anhelante huequito y sentÃa prácticamente sus testÃculos en mi cara, pero no pensaba apartarme de aquella pepita tan rica y deseaba chuparla y lamerla hasta la saciedad, sin importarme nada más. Pude sentir como sus labios vaginales fueron nuevamente desplazados al máximo, para dejar paso a aquel miembro que en forma avasallante se introducÃa en aquel hirviente horno femenino y seguà dándole lengua a su botoncito, extasiándome de ver y sentir tan cerca aquella excitante penetración y escuchaba los gemidos y quejidos que Blanca exclamaba, y sus palabras llenas de pasión diciendo «oooouuuhhhh, qué rico, esa vergota taladrándome y esa boca tan deliciosa, aaayyy papito, qué gusto, te amo tanto, me encantaaaaa, aaaahhhh» y en ese mismo momento pude sentir que se venÃa en un orgasmo espectacular, extenso; sentÃa las contracciones de su vagina en mi boca y más la chupaba y besaba, mientras que AnÃbal seguÃa su bombeo furioso, excitado también al escuchar las ardientes exclamaciones de mi esposa y sintiendo también los espasmos del orgasmo de ella, que se transmitÃan a través de su miembro y le hacÃa gemir y exclamar con placer, «ooohh, que cuca más rica, mamacita, qué gusto, cómo se siente de divina, te gusta mi verga, verdad?, era lo que querÃas, pues disfrútalo, mira cómo te lleno toda, gózalo que para eso estamos aquÃ, para que goces» entonces ella decÃa «SÃ, me encanta tu pene, es delicioso, tan grueso, tan duro, tan grande, me fascina!, lléname toda, ábremela bien, destrózame que estoy gozando como nunca!; y tú boca, – dirigiéndose a mà – mi amor, me tiene loca y me tiene extasiada el sentirlos a los dos, oooouuuhhhh, qué divinooo, más, más, maaaás». AnÃbal continuaba su incisivo taladrar con su verga, haciendo que mi esposa cada vez se humedeciera más y más, y sus jugos corrÃan por sus labios vaginales, saliendo al exterior por causa del bombeo continuado que AnÃbal mantenÃa y lógicamente debido al inusual grosor de su polla, que llenaba por completo el sexo de mi amada Blanca.
y entonces sus fluidos escapaban de aquella ardiente prisión en la cual sólo quedaba espacio para la vergota de AnÃbal y resbalaban por mis labios y yo ansioso los absorbÃa y me deleitaba sintiendo su textura, su rico olor, mezclado con los fluidos pre seminales de aquel hombre que en forma tan ardiente se follaba a mi esposa y más me excitaba verme en aquella situación tan terriblemente erótica. A momentos AnÃbal sacaba todo su miembro de la encharcada cuca de mi querida esposa y debido a la excitación no acertaba a introducÃrselo en su rajita y entonces chocaba con los labios vaginales de ella y trataba accidentalmente de entrar en mi boca, por lo que pude varias veces sentir la cabezota de su verga en mis labios, experimentar el sabor de los lÃquidos de un hombre en mi boca y aunque no era lo que yo buscaba y siempre he sido totalmente heterosexual, me parecÃa muy excitante aquella situación y me causaba cierta risa interna que sucediera esto; entonces yo apretaba la boca para impedir que me fuera a entrar allà y con la mano con la cual le abrÃa los pliegues de la rajita de mi esposa para dejar al descubierto su hinchada pepita, le tomaba la polla a AnÃbal y corregÃa la dirección, para que mi esposa pudiera volver a sentir la presión de aquel grueso en su súper excitada vagina. Entonces decidimos cambiar de posición y ahora fue él quien se acostó boca abajo, con su polla enhiesta de frente a mi esposa y la tomó por la cintura y le dirigió su caliente vagina hacia su anhelante polla, que saltaba y cabeceaba de excitación, ante el paso de la sangre que seguramente se agolpaba en su miembro, extremadamente excitado por el gusto que se estaba dando y seguro por estar satisfaciendo su fantasÃa de poseer la mujer de otro mientras este miraba, puesto que varias veces nos habÃa dicho que era su mayor fantasÃa hacer eso y que le parecÃa muy excitante, lo comento para dejar claro que nuestros deseos eran mutuamente compartidos y todos tres estábamos gozando enormemente y haciendo realidad todo lo que habÃamos soñado en el sexo. Mi esposa agachaba su rostro para no perder detalle de la eminente penetración y pudo ver como AnÃbal le fue introduciendo centÃmetro a centÃmetro su voluminoso aparato y ver como sus labios vaginales se desplazaban hacia los lados para permitir el avance de aquel enorme miembro. Su cara reflejaba un placer inusitado y sus exclamaciones evidenciaban el gusto que le propinaba el sentir aquella vergota invadiendo sus intimidades y ella ayudaba también a que entrara más y más, moviendo las caderas y haciendo presión hacia abajo como para no dejar que por alguna razón AnÃbal se arrepintiera y lo sacara en aquel instante y le cortara el extraordinario placer que la embargaba al ser asà penetrada.
Entonces comenzó el bombeo firme y continuado de aquella gruesa polla, y yo no perdÃa detalle de tan excitante escena y podÃa casi escuchar el chapotear de los fluidos de mi esposa cuando él le metÃa y le sacaba rÃtmicamente su instrumento sexual y también el sonido del deslizar interno de aquella gruesa barra de carne por las paredes vaginales de su encharcada raja. No aguantando más la excitación por semejante espectáculo tan morboso y con mi verga a punto de partirse en pedazos de lo dura que la tenÃa, me dirigà a su entrada posterior, para preparar el terreno a la tan ansiada doble penetración que querÃa mi esposa sentir. El ojete de su ano abierto por las manos de AnÃbal mientras la perforaba enérgicamente con su mandarria, se veÃa rojito y precioso, casi me llamaba a comérmelo, entonces me agaché sobre sus nalgas y empecé a darle lengua a aquella joya tan preciada por mà y a introducirle mi lengua en su ano tan rico, luego llené mis dedos de saliva y empecé a frotarla, a intentar penetrarla con ellos, poco a poco, suavemente, para que no le doliera, mientras que ella decÃa «SÃÃ, qué rico, quiero los dos adentro!» Asà logré meterle un dedo y le daba vueltas para distensionar los fuertes músculos de su esfÃnter, mientras le untaba más y más saliva y trataba luego de meterle otro más, para su huequito posterior estuviera listo a recibirme sin dolor su parte. Seguà dándole lengua otro rato, mientras le metÃa mis dos dedos y ya no aguantando más y viéndolo casi listo apunté mi anhelante verga a su estrechito culito y ella para prepararse empinó un poco más la cadera y AnÃbal detuvo su movimiento, para colaborar en tan difÃcil momento. Expectante, ella gemÃa y decÃa: «Ay, con cuidado, papi, que me duele, despacio, despacio,» El placer que experimentaba en ese momento era increÃble, su culo abriéndose dispuesto y yo empujando más y más, hasta que logré entrar por completo y entonces ella pegó un grito diciendo: «Aaayyy, no, me duele, espera, ya va» Yo lo saqué y me puse a darle más lengua y a acariciarla suavemente primero y fuertemente después con mis dedos, hasta que me pareció que ya era el momento y volvà a intentarlo. Esta vez cuando entró ella lo pudo soportar y se quedó un momento quietecita, esperando a que su delicioso ano se acostumbrara a la presión de mi pene. AnÃbal continuó su bombeo y ella comenzó a gemir y a gozar y entonces yo también comencé a moverme, poco a poco, hasta que me unà al ritmo de AnÃbal y mientras él le metÃa su verga en el chocho yo le sacaba la mÃa de su culo y viceversa, luego nos unimos y los dos lo metÃamos hasta el fondo al mismo instante y podÃa sentir aquella gruesa verga juntarse a la mÃa, separada sólo por una delgada membrana de piel, incrementando nuestro placer ese delicioso frotamiento extra y brindándole a nuestra ardiente mujer las sensaciones más exquisitas de placer que jamás hubiera vivido, según podÃamos constatar por sus gemidos y exclamaciones y de acuerdo a lo que más tarde me contara con plena confianza.
Yo seguÃa mi bombeo y no aguantaba más, sentÃa que la tenÃa en la punta, que ya me venÃa y trataba de aguantar más y retardar mi eyaculación, aunque ya llevábamos como 45 minutos variando y probando otras posiciones, entonces de repente siento que ella grita y se queja desesperada, diciendo: «Aaaahhhh, qué me vengo, me vengo, qué rico, los dos, se sienten divinos, estoy gozando… oooouuuhhhh, qué es esto tan delicioso, aaayyy, Siiiii,» Todo mi ser se estremeció de placer al escuchar sus palabras y fue el detonante que faltaba para soltarle yo también mi descarga y empecé a eyacular como nunca recordara, chorro tras chorro, y a cada chorro que expulsaba disfrutaba de un orgasmo tras otro, placer nunca antes sentido por mà y asà seguÃa bombeando y eyaculando, llenando su estrecho conducto con toda mi esperma, caliente, que ella sentÃa y atrapaba en el interior de sus intestinos, mientras que AnÃbal también se contraÃa y se sumaba a nuestras sensaciones, acelerando sus bombeos y arqueando la cintura y tratando de introducirla más y más adentro de aquella raja que casi le arrancaba su polla y comenzó entonces a decir: «aaaahhhh, qué llegada tan ricccaaa… oooouuuhhhh, otra vez lo siento, qué cuca tan divina tienes, oooohhhhh…» y comenzó a llenarle de su semen la ardorosa cuca de mi esposa y ella a gemir y a explotar de nuevo en otro orgasmo intenso, que la hizo estremecer y contraerse de pasión y gusto, mientras yo experimentaba en mi polla, que aún permanecÃa tiesa y dura, las sensaciones propias a los orgasmos de ellos, las contracciones del pene de AnÃbal cerca del mÃo en el interior de mi querida Blanca y los estertores musculares de las paredes vaginales de ella al llegar a la cúspide del placer y en el clÃmax de la pasión sexual. Asà estuvimos toda la noche experimentando todo lo que se nos ocurrÃa y gozando y disfrutando de un momento glorioso que afortunadamente para nosotros fue extraordinariamente satisfactorio y mi mujer y yo disfrutamos al máximo y él nos dijo con toda sinceridad que también lo habÃa disfrutado muchÃsimo y que deseaba repetirlo el fin de semana a lo que Blanca y yo le respondimos que estábamos totalmente de acuerdo. Fue hermoso, lindo, bello, excitante, caliente, satisfactorio, lo que ustedes quieran, ver el despertar de nuevos deseos en mi esposa, sentirla gozando como nunca con otro, penetrarla doblemente, amarla hasta el cansancio, hacerla sentir plenamente mujer entre los dos… realmente fue fenomenal y precisamente hoy que estoy escribiendo vamos a repetirlo pues ya concertamos una cita y nos encontraremos de nuevo para dar rienda suelta a nuestra pasión y para hacer lo que por falta de tiempo no hicimos la vez pasada.
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