
El intercambio estudiantil
"No podÃa parar de gemir, de humedecerme, la sensación era de una lujuria total, aparte llevaba antes de esa noche casi una semana de abstinencia sexual. Más tarde me comentarÃan que al lado mÃo habÃa un cartel con un listado de todas las cosas que los clientes podÃan hacerme gratis ese dÃa y por cuáles tendrÃan que pagar. Hacerme sexo anal ahà delante de todos costaba unos 70 euros y si no me fallan las cuentas recibà unas 3 o 4 vergas por el ano."
Mi nombre es Natalia y cuando estaba en quinto año del secundario fui en un viaje de intercambio estudiantil a Francia. Soy una chica común. Linda, es verdad, pero común. Mi familia no tenÃa el dinero para pagarme un viaje a Europa. Y yo desde siempre quise viajar y conocer el mundo. Con lo cual, cuando me enteré la oportunidad que ofrecÃa la escuela, me anoté de inmediato. El mecanismo era el siguiente: una chica de Francia, en este caso particular de nombre Melanie, vendrÃa a vivir a mi casa por un mes y yo irÃa a Francia a vivir en la casa de ella por un mes. Yo habÃa salido sorteada para el viaje dentro de los que se anotaron y autorizada por los profesores debido a mis buenas calificaciones. Ya que un alumno/a por más que saliera sorteado/a con malas calificaciones no serÃa autorizado por el Colegio a viajar. Me describo, para que puedan imaginarme mejor, les cuento que soy rubia, soy tirando a alta. Soy flaca, tengo buen cuerpo, mis amigas me dicen que tengo un aire a Ingrid Grudke (yo no les creo, me parece demasiado, ella es una supermodelo, pero es lo que mis amigas dicen). Tengo buena cola y lindos pechos. Y los chicos del curso cuando pueden me elogian ambos. Todo ese último año de secundaria estuve muy emocionada con la idea de poder viajar a un paÃs extranjero. Nunca lo habÃa hecho y que más lindo que Francia. Un hermoso paÃs para conocer y disfrutar. La ciudad del amor. Del romanticismo. La ansiedad hizo que el año se me pasara volando, pero finalmente todo en la vida llega.
Junto a mi familia hicimos todos los preparativos del viaje y cuando tenemos todo listo, nos dirigimos al aeropuerto, me subo al avión y me voy rumbo hacia Francia. El viaje se hace largo, pero como iba muy contenta, se hizo largo para los demás pasajeros no para mÃ. Tuve algún percance con un gordo baboso que me tocó al lado y que me miraba todo el tiempo las piernas pero nada más. La comida excelente, el servicio del avión excelente también y por suerte dieron excelentes pelÃculas para ver. Todo iba de maravilla. De diez. El avión llega al aeropuerto y aterriza. Cuando salgo del avión enseguida me doy cuenta que no estaba en ParÃs sino en otro lado. Una ciudad o pueblo mucho más chico, en las afueras, pero cerca de ParÃs, la ciudad del mundo que tanto yo querÃa conocer. Aunque no era ParÃs a donde estaba, el optimismo y las ganas por el viaje no me dejaban ver la realidad por completo. SeguÃa muy emocionada y contenta. Por suerte, me estaban esperando. En el aeropuerto un empleado de la familia que me iba a alojar, tenÃa un cartel que decÃa Natalia y mi apellido. Era muy grandote, parecÃa un hombre de seguridad de una discoteca. Me saludó muy cordial y educadamente, me dio la bienvenida en ambos idiomas (español y francés) y me comentó brevemente, algo acerca de la ciudad y de la casa a dónde iba. Hablamos de trivialidades e hizo algún que otro chiste, pero se notaba que no era un tipo muy conversador sino que estaba haciendo un esfuerzo grande para ser cordial y amable conmigo. Yo le agradecÃa el gesto y trataba de facilitarle las cosas. Me miraba un poco el escote, pero yo estaba tan contenta que no me molestaba. Al llegar, saludo a la familia. Los dos dueños de casa se llamaban Rikjard y Rachel. Aunque a la Sra. Dueña de Casa le decÃan Madame. Todos la llamaban asÃ. Nos presentamos mutuamente, hacemos las introducciones de cortesÃa correspondientes y también charlamos acerca de trivialidades para romper el hielo. La primera semana transcurrió con absoluta normalidad. Me llevaron a conocer toda la casa que era enorme; no era un castillo, pero le faltaba poco. Era una casa hermosa, de una arquitectura antigua de tiempos napoleónicos. En realidad me llevaron a conocer toda la casa, excepto una puerta que no me quisieron decir hacia dónde conducÃa, ni tampoco me dejaron atravesar. Me llevaron también a recorrer ese pueblo y algo de ParÃs.
La familia que me recibió se dedicaba a la industria vitivinÃcola, me contaron la historia de la familia y de la empresa. Como el tatarabuelo habÃa empezado la industria, como creció y llegó hasta nuestros dÃas. El patriarca de la familia, ahora ya difunto, habÃa sido todo un pionero, un tipo muy importante en la industria del vino, reconocido mundialmente. Pero los nietos del fundador, actuales dueños y directivos, no tenÃan tan buen instinto empresario como aquel. Y los negocios vitivinÃcolas no le marchaban a la familia tan bien como para poder sostener el alto nivel de vida que llevaban. Todo transcurrÃa con absoluta normalidad pero luego de una semana hubo un par de cosas, un par de diálogos que escuché al pasar y que seguramente no debÃa de haber escuchado que me hicieron sospechar que el negocio de la familia no era en realidad tan próspero y que debÃan de tener otra distinta fuente de ingresos para subsistir. No pasarÃa mucho tiempo hasta que descubriera cuál. Concretamente esa misma noche, en la cena me enteré de cuál era ese “segundo negocio”. Ese dÃa, que serÃa un miércoles, sinceramente ya no lo recuerdo, bajé a cenar a las 20 hs. como era costumbre en esa casa. Nos sentamos a la mesa y empezamos a comer. Charlamos un poco de los lugares de ParÃs que habÃa recorrido y si me habÃan gustado o no. Ellos también conocÃan Argentina asà que también charlamos acerca de mi paÃs. Comimos una ligera entrada. Tomamos un poco de vino. Me sorprendió que el plato principal tardara en venir. En un momento La Dueña de Casa tomó la palabra, su verdadero nombre era Rachel, pero todos le decÃan “madame”. Hizo una nueva introducción sobre el negocio y los orÃgenes de la familia bastante largo que yo no entendÃa muy bien a que venÃa. En las partes finales de este “speech” fue al grano y dijo algo asà como: -“Acá la comida y el alojamiento hay que ganárselo”. Me explicó también que el negocio de los vinos estaba pasando por un muy mal momento y que la fuente real de ingresos de la familia era una Casa de Burlesque (un Cabaret o Night-club) que funcionaba de manera aledaña a la casa, que era uno de los de más prestigio y más reconocidos en toda Francia, y cuya puerta de acceso desde la casa era justamente esa que no me habÃan invitado a trasponer. Luego de todo ese speech todo fue muy rápido y entre el Dueño de Casa y el Guardia de Seguridad me desvistieron, en cuanto me quise acordar estaba en mi bombachita celeste y mi corpiño del mismo color. TenÃa los pechos bien apretaditos, juntitos y turgentes por el corpiño chico que tenÃa puesto. En uno de los rincones del comedor habÃa un espejo de auténtico cristal y me vi ahà reflejada, la verdad que estaba muy linda, en mi conjuntito de ropa interior celeste.
“Como te dije, aquà la comida y el alojamiento hay que ganárselo” me volvió a decir la Sra. Dueña de Casa, que era la madre de la chica que se estaba alojando en mi casa y de seguro, que dado lo hospitalarios y buenos anfitriones que son mis padres, estarÃa recibiendo todas y las mejores atenciones por parte de ellos. Seguro que no estarÃa desnuda, sino disfrutando de una ciudad hermosa como es Buenos Aires y disfrutando de todos los paseos y a todos los lugares que mis padres la llevarÃan a conocer. Yo en cambio estaba en bombacha y corpiño en una casa desconocida y el Sr. Dueño de Casa me estaba “examinando”. Me estrujaba un poco las tetas, me miraba de arriba abajo, el culo, la cara, las tetas, la vagina, me miraba Ãntegra y también me tocaba. Y con una expresión de lujuria muy fuerte en sus ojos por cierto. Una lujuria salvaje. “Necesito verte las tetas” me dijo. Yo no me saqué el sostén de inmediato. Entonces de atrás se aproximó un gorila de dos metros y me lo desabrochó sin que me diera cuenta. Si bien tenÃa un aspecto de gorila, me desabrochó el corpiño sin que me diera cuenta, como un verdadero experto en el amor. Quedé en tetas. Delante de todos, los dos Dueños de Casa y este enorme Guardia de Seguridad. Los tres me miraban. Yo sólo estaba vestida con mi tanga, si se puede llamar a eso estar vestida. Me miraban de arriba abajo, me observaban detenidamente, todo mi cuerpo, mi figura, me recorrÃan de arriba abajo. La Sra. madame, se puede decir con una mirada de negocios, como si yo fuera una mercancÃa, un bien de uso, los otros dos, me miraban como mujer, miraban mis tetas, mi culo y mi vagina. Y creo que se deleitaban y les gustaba lo que veÃan, porque no podÃan parar de mirar. Por suerte no me sacaron la bombacha. Cuando terminaron de mirarme y revisarme les pregunté: -“¿Ya me puedo vestir?” Los Dueños de Casa dijeron casi al unÃsono en un tono muy normal y cordial, completamente ajeno y fuera de lugar con la situación que estábamos pasando: -“PreferirÃamos que termines la cena asà como estás y luego puedes ir a tu habitación”.
Yo me senté en la mesa asà como estaba y terminamos de cenar. Era raro estar desnuda ante desconocidos, pero si no tomé mi ropa y me vestà fue porque en parte esta rara situación me excitaba. Algo me gustaba el exhibicionismo y era mi oportunidad de satisfacer esas ganas o fantasÃa que nunca habÃa podido cumplir. Nunca habÃa ido a una playa nudista, siempre tuve ganas, pero nunca me animé a estar desnuda enfrente de tanta gente. Esta vez, era algo más Ãntimo, eran tres personas y una era una mujer, asà que es como si fueran dos personas. Era preferible eso, a los cientos de personas que puede haber en una playa. Cuando terminamos de cenar nos saludamos y nos fuimos todos a dormir. Noté como me miraban de atrás (el culo) mientras me retiraba del salón y luego cuando subÃa la escalera. Instante que se me hizo larguÃsimo. Cuando llego a mi habitación, entro y voy al placard para ponerme algo de ropa. La desnudez, ya me estaba incomodando. Grande fue mi sorpresa cuando vi que mi ropa ya no estaba. En su lugar habÃa tangas y sostenes de todos los colores, formas y tamaños. Algunas medias y algunos zapatos de taco alto, y un cartel que decÃa: “Tu ropa está muy bien guardada en nuestra habitación. Te será devuelta completa cuando vuelvas a Buenos Aires y te daremos lo que necesites para cuando salgas de la casa a pasear por ParÃs. Pero cuando andes por la casa deberás andar en tanga y corpiño y se te prohÃbe usar más ropa que esa sin autorización”. Me quedé helada. No tuve mucho tiempo de pensar, cuando sentà un Toc, Toc en la puerta. Era el Dueño de Casa para explicarme que esto que decÃa el cartel era durante el dÃa, y que para dormir debÃa hacerlo completamente desnuda, y que tipo 3 de la madrugada él pasarÃa a controlar que asà lo hiciera. Esperó a que me sacara la ropa me miró de arriba abajo con mucha lujuria una vez más y luego se fue. Me acosté a dormir, en una casa desconocida, con gente desconocida, sin mi ropa y completamente desnuda. Pensaba que en realidad no iba a venir, pero tipo 3, mientras yo dormÃa entró a mi habitación directamente. Yo no lo sentà entrar, pero me di cuenta que vino cuando me acarició mi culo, desnudito y al aire. No me hizo más que eso. Y luego dormà desnuda toda la noche y todas las noches que le seguirÃan a esa. Por lo general yo era de dormir boca abajo, y cuando entraba él, mi culo quedaba bien expuesto para él. Cuando se hizo de dÃa, bajé a desayunar con una tanga y un corpiño blanco que elegà entre los muchos que habÃa ahÃ. Era un conjuntito de lencerÃa hermoso, muy sexy y delicado y de diseñador. DebÃa ser realmente muy caro. La bombacha era bien cola-less, como casi todas las que habÃa en el placard. Luego del desayuno, anduve todo el dÃa de esta forma por la casa. Lo peor es que como eran gente de dinero, por esa casa circulaba mucha gente, jardineros, sirvientas, mayordomos, incluso invitados que venÃan a ver a la familia y todos me veÃan asÃ, casi desnuda. Algo me reconfortaba, saber que era gente que en un mes no verÃa nunca más, pero igualmente el pudor se siente. Sin embargo, no mucho podÃa hacer, no tenÃa ropa que ponerme. Solo tangas y corpiños. Ya era verano, asà que ese dÃa la pasamos una buena parte en la pileta. Yo no usé una bikini, sino que me metà al agua asà como estaba, total cuál era la diferencia, y además habÃa tantas tangas y corpiños en mi habitación que al subir podÃa cambiarme esta ropa mojada y ponerme otra. Los que estuvieron en la pileta, ya sea los dueños de casa, algunos invitados que cayeron a la casa, y/o empleados de los primeros, me miraron toda. Y mucho. Creo que hay muchas, muchas personas, en Francia, que me han visto por lo menos en ropa interior. La verdad que ese dÃa estuvo muy bueno y lo disfruté bastante. A eso de las 15 hs., me llama Rikjard y me dice: “Mira, los hombres prefieren los bronceados parejos, asà que porque no te sacas la bombachita y el corpiño asà te quemas mejor”. Yo bien obediente, hice lo que me pidió y le entregué en la mano tanto la tanga como el corpiño. Quedé como Dios me trajo al mundo. Rikjard también me dijo: -“Acóstate acá que te voy a pasar el bronceador” y se dedicó unos quince minutos a pasarme el bronceador por todo mi cuerpo. Empezó por la espalda, la recorrió toda, muy suavemente y muy despacio también; se fue a las piernas, en dónde hizo lo mismo y luego llegó al culo, me lo toqueteó todo un rato largo, largo, largo. Luego me dijo. –“Ahora date vuelta que te voy a poner de adelante”. Repitió un procedimiento similar, primero me pasó por los hombros, luego por la panza, el ombligo, las piernas y todo para llegar a las tetas, las que me manoseó y magreo por un rato largo, largo. También me metió mano en la vagina. Vio que tenÃa algunos vellos púbicos y me dijo: -“Espera que de pasó vamos a aprovecha parar rasurarte” e hizo llamar a una sirvienta y le pidió que traiga las cosas. La sirvienta trajo una palangana con agua, una crema especial y una hojita de afeitar. Rikjard me colocó la crema por la vagina, y luego con mucha paciencia me la depiló a cero. Al terminar me enjuago muy prolijamente, se ve que habÃa hecho esto muchas veces. A los 3 o 4 dÃas, me acostumbré a andar en ropa interior por la casa. Dejó de darme vergüenza y se tornó algo “natural” el hecho de que los sirvientes, mayordomos, dueños e invitados me miraran. Y si bien me sentÃa un poco puta, trola, algo en mi interior se encendÃa con esta situación. Consciente o inconscientemente cada dÃa buscaba las tangas más chiquitas y sexys, las más provocativas. Incluso al vestirme me fijaba, que la tanga que me ponÃa se me metiera bien dentro del culo. Y también elegÃa cuidadosamente los corpiños, si bien tengo naturalmente hermosos senos, elegÃa aquellos que me los realzaran más, que los hicieran más turgentes, aquellos en los que parecieran más grandes. Seguramente esto era ni más ni menos que mi instinto natural de mujer. El Burlesque estaba separado de la casa solo por una puerta. Yo todavÃa nunca habÃa entrado. A la semana más o menos de aquella cena en la que empecé a andar semi-desnuda por la casa la Sra. me invitó a pasar con la frase: -“Conoce el lugar, ambiéntate. Mira el lugar, fÃjate bien como es todo. Que mañana vas a empezar a trabajar”. Pasé asà como estaba en ropa interior. Recuerdo que ese dÃa tenÃa puesto un conjuntito rojo muy sexy. El lugar estaba lleno de hombres, y de mujeres también, vestidas más o menos con la misma cantidad de ropa que yo. Yo me quedé a un costado solo observando. Aunque era más observada de lo que yo observaba. La ropa interior roja hacÃa que me miraran bastante. Tomé una o dos cervezas que me invitaron desde la barra. Y traté de entender y descifrar los códigos del lugar. Al otro dÃa recién empecé como camarera. En bombacha y corpiño por supuesto. Ese era mi uniforme de trabajo y de estar. La Sra. me habÃa dicho que tal vez tuviera que hacer un strip-tease, pero que la idea no era que hiciera “pases” con los clientes. También me dijo que iba a ser como un juego, que me iba a divertir y a vivir una experiencia nueva. No estaba segura hasta ese momento si me iba a resultar divertido o no, pero estaba segura de que era una experiencia completamente nueva. No estaba en los planes, y yo solo era una camarera más, hasta que un cliente me vio, se ve que le gusté y me solicitó especialmente. Yo no querÃa hacerlo. Cuando lo vi, no era un tipo tan feo, de hecho era algo atractivo. Era alto, era rubio, realmente no me explicaba que hacÃa un hombre asà en un lugar como este. La Dueña de Casa se acercó a mÃ, me lo señaló con un ademán de cabeza, me dio una palmadita en el culo y me dijo: -“Dale es él, pasa con él”. Y luego nos presentó: -“Hola ella es Natalia, él es Kevin, es irlandés, y ella, el caramelito que te vas a comer, es de Argentina”. “Hola, ¿Qué tal?” lo saludé yo y él me contestó algo similar. Hablaba muy poco en español, yo hablo en inglés, pero él hablaba cero español. Madame continuó la presentación, sólo que la hizo un poco más fÃsica: -“¿Estás seguro Kevin o querés ver alguna otra chica?” Le preguntó. Luego tomó la mano de él, la derecha y la llevó hasta uno de mis senos, y le dijo: -“Toca, mira lo que es esto, carne de primera”. Ni madame ni yo estábamos seguros acerca de si Kevin estaba convencido o no, entonces madame que era una excelente vendedora y mujer de negocios (más adelante me enterarÃa que fuera de este ámbito era una reconocida empresaria, incluso hacÃa consultorÃa en empresas y habÃa escrito dos libros, pero le encantaba la noche más que la vida misma) prosiguió: -“Nati date vuelta”. Yo me di vuelta y quedé de espaldas a Kevin. Madame tomó mi bombachita y me la bajó un poco. Me quedó donde empieza el culo, y luego me dio una nalgadita. “Mira lo que es esto Kevin” le dijo, “¿Estás seguro de que no estás convencido?”. Y Kevin se convenció. El mismo me subió la tanga y dijo: “Ok. Acepto. En la habitación de siempre”. Madame me condujo hacia una sala privada en donde una de sus asistentes, Roxana me arregló un poco el pelo y me dio algunas indicaciones y consejos. Roxana no era ni más ni menos que una ex puta que habÃa decidido por un tiempo alejarse de la actividad. Lo que me dijo fue: -“Hace todo lo que te pida. No te niegues a nada. Igual no te asustes este tipo es buenÃsimo. Si él te pide que te desvistas o bailes, hacélo. Si él te quiere desvestir, déjate. Dale una buena chupada, eso siempre les gusta y hacéles creer que te están matando con el sexo que están dando. Hacéles creer que estás recibiendo los mejores pajazos de tu vida. Pero siempre tranquila, vos maneja la situación que actitud y condiciones para puta no te faltan”. Una vez lista, me indicaron el camino hacia los cuartos privados, al 314, una habitación que él conocÃa perfectamente ya que era habitué del lugar. Entré a la pieza y él me estaba esperando, ya estaba desnudo por completo, con la verga bien erecta. Yo pensé: “Oh esto va demasiado rápido”. Estaba en mis planes conocer algún chico lindo en mi viaje por Francia, pero no de esta forma. Volviendo a la realidad y saliendo de mis pensamientos, era una pieza de tamaño medio, con no mucho más espacio que para una cama, aunque tenÃa su bañito privado. Se paró y se acercó. Y me pegó una cachetada fuertÃsima en la nalga. Lo miré y sin decir nada, puso su mano en mi corpiño para desabrocharlo. Lo hizo, me lo sacó y enseguida y quedé en tetas. Solo protegida por mi bombachita, que tampoco demorarÃa mucho tiempo en volar. Y efectivamente me la sacó en un segundo, se ve que la lencerÃa no lo apasionaba demasiado. Me toqueteó toda, como hacÃa rato no me manoseaban, ni mi novio, ni algún chico que me gustara. Me estrujó el culo y las tetas una y otra vez, mientras me besaba en el cuello, en la boca, o alternaba con chuparme los pezones también. Me apoyaba su miembro en la conchita, me lo hacÃa sentir, me hacÃa sentir quién mandaba, que él era el cliente y yo bueno… la flamante puta. Me puso de espaldas a él también y me apoyaba la verga en el culo, aunque sin penetración todavÃa, esto me calentó muchÃsimo, me puso a mil. Y mientras tanto me tocaba las tetas y me seguÃa besando el cuello. Yo no se crean que me quedaba atrás, con mis manos me deleitaba tocando su importante miembro y acariciando sus huevitos. Que luego deberÃa seguramente de probar con la boca. Ya me lo veÃa venir. Cuando se aburrió de tocarme y ya estaba listo para más acción, me hizo arrodillar en la cama y que le pusiera el condón con la boca y se me dificultó bastante ya que nunca lo habÃa hecho. No tenÃa experiencia en hacer eso, tan propio de las prostitutas. Le di una buena follada, o por lo menos hice lo mejor que pude, estuve un rato bien largo con su larga verga en la boca. Se la chupé por un larguÃsimo tiempo. Él se calentaba. Yo metÃa su miembro hasta el fondo de mi garganta. Y usaba solo mi boca, no las manos. Cada tanto lo sacaba de adentro mÃo y le lamÃa los testÃculos. Ahà sÃ, mientras le lamÃa los testÃculos usaba mis manos para acariciarlo y masturbarlo. Él estaba realmente muy caliente. Tanto que se sacó el forro y me hizo que se la siguiera chupando. Cada tanto me tomaba fuerte del pelo, me sacaba su verga de la boca y me hacÃa lamerle los huevos nuevamente. Y finalmente pasó lo que están pensando, no me avisó y descargó como les gusta hacer a los hombres casi toda su leche en mi boca. Pero lo último que escupió su pene, me lo tiró en las tetas. Yo con el dedo Ãndice de mi mano derecha, me lo pasé por el semen que tenÃa en las tetas y me lo introduje en la boca al tiempo que se le sonreÃa pÃcaramente. Eso lo calentó mucho. El descansó un poco. Se pidió un whisky a la habitación y se lo trajeron. Se lo tomó y luego la cosa siguió. Que rara me sentÃa. Una experiencia nueva, que pasaba por mi vida como un torbellino. ParecÃa que fue ayer que estaba subiendo al avión y ahora… Tantas cosas nuevas vividas. Mientras yo pensaba y me pasaban miles de cosas por la cabeza a Kevin sólo le pasaba una: el sexo. Entonces me hizo que volviera hacia él y me empezó a besar en la boca. Esta vez estábamos los dos acostados en la cama. En cierta forma esta vez fue distinta, me trató de manera mucho más dulce. Casi como si fuera su novia. Me dio muchos besos, me chupó un poco los senos y me estimuló el clÃtoris con sus manos. Lo cual me encendió realmente. Me calentó mucho y casi me provoca un orgasmo antes de que me penetrara. Kevin sabÃa dónde tocar. Pero también sabÃa cuándo parar y antes de que yo estallara de placer, él hizo una pausa y comenzó con la penetración vaginal. Esta vez fue algo muy lindo, muy suave. Una penetración rÃtmica y cadenciosa la que me dio. Fue por un intervalo de 45 minutos más o menos que estuvimos de esta forma. Fui muy lindo como me trató, me sentà protegida por él, realmente como si algo nos uniera, aunque en el tercer coito volverÃa a la realidad de que no. Cuando acabó, descargó su leche dentro mÃo, con profiláctico obviamente. Y yo acabé con él casi al mismo tiempo. Fui un momento muy lindo. Mi primer orgasmo francés y vaya que habÃa sido de los buenos. Se tomó otro descanso y otro whisky. Al volver a la acción me puso en cuatro esta vez en la cama y me hizo el sexo anal. Todo lo que habÃa pasado antes desapareció. No le importó nada mÃo. No me lubricó bien y al principio me dolieron mucho sus penetraciones. Si bien no era virgen del culo, no lo habÃa hecho demasiadas veces. No estaba tan dilatado mi anito. A él poco le importó, me puso en cuatro y me empezó a dar bomba. Encima como ya era el tercer polvo, le costó muchÃsimo acabar y me dio bombazos muy fuertes por el culo por largo tiempo. Tanto que al otro dÃa, me dolÃa un poquito. Cuando estaba por acabar, hizo lo mismo que hizo cuando me puso su pene en la boca, se sacó el forro, volvió a penetrarme, bombeó un par de veces más y luego descargó toda su leche dentro de mi ano. Que sensación deliciosa debo confesar. Pero no me gustó que no me preguntara o pidiera permiso. Sin embargo yo seguÃa los consejos de Roxana, que algo sabÃa del tema: “Hace todo lo que te pidan”. Luego se tomó algunos descansos más, algunos wiskis y me echó algunos polvos más, pero no les voy a contar todos para no aburrirlos, pero puedo decirles que era bien potente, me cogió y re cogió. Tal vez fuera asà naturalmente o tal vez habrÃa tomado algo que lo ayudase a tener tanta duración y potencia. Esto fue el primer dÃa. Y cómo ese cliente era un cliente importante, habitué y pagó una importante suma de dinero, estuvo casi toda la noche conmigo. Cuando volvà al bar, luego de ser recontra recogida, eran algo de las 5 de la mañana. Ya estaban casi por cerrar y no quedaban muchos clientes. Ahà me tomé otra cerveza, un poco para sacarme tanto gusto a leche y a condón de la boca. Un cliente más querÃa pasar conmigo, pero madame decidió que por esa noche era suficiente, por ser la primera y además el cliente no tenÃa el dinero suficiente para pagar la elevada suma de dinero que madame habÃa fijado como tarifa para estar conmigo. Madame le hizo entonces un precio más bajo, pero sólo para que bailara un poco frente a él, me desnudara frente a él de manera sexy, y luego tomara un trago sentada en su falda. Hice todo lo que me pidió e indicó madame. Cuando ya estaban cerrando y los clientes se debÃan ir, este cliente me dijo: -“Bueno, ahora quiero vestirte”. “Ningún problema” dije yo. Entonces él, tomó de arriba de la mesa mi tanguita y me la puso, de paso obviamente que aprovechó para toquetearme la cola y la vagina e hizo lo mismo con el corpiño y mis senos. Y me gané una buena propina que me puso en la bombacha. Bien adentro de la tanga, no en las tiras de los elásticos como es la costumbre. El bar cerró y yo me fui a descansar. Llegué a mi habitación y como era costumbre, me desnudé. Me miré frente al espejo y me vi muy linda. Intenté hacer un balance de todo lo que habÃa pasado en el dÃa, y tenÃa un torbellino de ideas, asà que no pude hacer ninguno, ni sacar nada en claro, lo único que recuerdo, es que cuando me miré frente al espejo, asà toda desnuda, sonreÃ. Al siguiente dÃa, tuve que ir a trabajar al NighClub. En este dÃa, no hice ningún pase pero bailé con varios clientes. En el lugar cada tanto ponÃan música para bailar y a algunos clientes les gustaba bailar. Bailábamos ritmos como salsa, merengue, y similares y me hacÃan girar y cuando me daba vueltas me tocaban o pellizcaban el culo. Yo, y otras chicas, bailábamos asà en bombacha y corpiño y eso calentaba a los hombres y los llevaba a beber más o bien a “pasar” a los privados a tener sexo. A mà me encantaba bailar, asà que este segundo dÃa de Burlesque fue muy lindo y divertido. Sin sexo explÃcito y con mucho baile, muy sensual y erótico, ya que lo hacÃa casi desnuda para hombres que no conocÃa, pero nada pasó de algunas tocadas lógicas de mis nalgas y de fuertes apoyadas de penes en mi culito. Lo cual esto último no me molestaba, ya que en el colectivo o en el tren siempre me apoyan, especialmente los hombres mayores. Al tercer dÃa de Burlesque ni pasé con algún cliente, ni bailé con ningún cliente. No sé si esto fue casualidad o parte de un muy planeado y proyectado entrenamiento que madame tenÃa en su perversa cabeza. En este tercer dÃa trabajé de otra modalidad. Creó que era la peor de todas. En esta los clientes pagaban, Ãbamos a un privado y se masturbaban solo con mirar. Esto era claro mucho más barato y accesible que “pasar”. Esto lo tuve que hacer un par de veces, y no sé si no era peor que ser garchada (follada). Era por lo menos más desagradable. Muchos viejos pagaban por verme desnuda y masturbarse ahà delante de mÃo. Creo que sin duda eso era peor. Algunos me decÃan “Júntate un poco las tetas” o “A ver date vuelta y muéstrame el culito”. Yo obedecÃa y hacÃa lo que me pedÃan, pero me daba bastante repulsión esta gente, no asà los otros. La mayorÃa de los que se acogÃan a esta modalidad gustaban de “hablar sucio” y me decÃan las peores barbaridades que hube de escuchar en mi vida. Alguna irreproducibles, pero todo el tiempo me decÃan cosas como “Putita”, “Que trolita que sos”, “Cómo te gusta la verga”, etc. y muchas frases de este estilo. Sólo una vez tuve que hacer un domicilio y Ohh casualidad, fue el cuarto dÃa. No sé porque pero me acuerdo el nombre y nro. De la calle, la calle Rhing 383, era cerca de la Torre Eiffel. Un médico prestigiosÃsimo. Quiso jugar a la nena y el doctor. Y pidió a madame una linda puta, pero que no tuviera tanta cara de puta, que no estuviera consumida por la noche, entonces madame pensó inmediatamente en mÃ. La única que tenÃa en su harén de bellezas que no estaba consumida por la noche. En mi rostro todavÃa se veÃa inocencia. Que iba perdiendo de a poco. Me arreglaron como una reina, como una diosa. Estaba vestida muy hermosa muy linda, muy distinguida. Me llevaron en limusina hasta la puerta del lugar y me indicaron que timbre debÃa tocar. Me prepararon una cartera con todos los elementos necesarios para la tarea, condones, lubricantes, algunos juguetitos, etc. Toqué el timbre: “Ring” sonó el timbre de la calle Rhing 383. Me atendió el médico y me hizo pasar a su residencia. Como ya les mencioné su fetiche era jugar a “la nena y el doctor”. Y jugamos todo un dÃa. Él me revisaba, me hacÃa desnudar, me pasaba sus “instrumentos” médicos por todo mi cuerpo una y otra vez. Y finalmente me cogÃa también una y otra vez. Pero esto es un episodio que tal vez les cuente más en detalle en otro relato. A partir del quinto dÃa, los dÃas se fueron repitiendo. Pero en general se parecÃan al primero y al segundo: hacÃa “pases” con los clientes, y bailaba un poco con ellos. También alguna que otra vez hice algún que otro strip-tease ha pedido de algún cliente. Pero no hice más domicilios ni por suerte madame me expuso a que se masturbaran conmigo (yo le habÃa comentado que no me gustaba y ella me dijo que no me preocupara que no iba a ocurrir más). A los 10 dÃas más o menos, llego a mi pieza. Me quiero cambiar y veo que esta vez habÃa solo tangas y habÃa un nuevo cartel relativo a la ropa: “Esta semana hemos cambiado las reglas, ahora solo podrás usar una prenda para cubrir tu cuerpo y será una tanga. No puedes usar nada más a no ser que nosotros te autoricemos. Si te vemos aunque sea una vez con un corpiño puesto, tomaremos severas medidas. Rikjard y madame”. Nuevas reglas, parecÃa casi lo mismo, pero de hecho no lo era. A lo otro ya me habÃa acostumbrado, a esto tendrÃa que acostumbrarme. Y no serÃa fácil. Asà como uno se siente seguro con ropa, yo me sentÃa “vestida” (por efecto del acostumbramiento) en tanga y corpiño. Pero ahora, deberÃa sentirme nuevamente desnuda por un tiempo hasta que me acostumbrara. Y estas reglas regÃan para todo. O sea que cuando iba al Cabaret, ya entraba de movida en tetas. Los hombres no paraban de mirarme, de “violarme” con la mirada. La nueva perversión que conocà de Rikjard fue que cuando a la mañana venÃa algún cartero o alguien a entregar algo me hacÃa ir a mà a recibirlo. Y no me daba ropa adicional. TenÃa que salir asà en tetas. Los empleados postales y/o similares no entendÃan absolutamente nada, pero se deleitaban con la visión que Rikjard les ofrecÃa. Los dÃas en tanga directa en el Cabaret, tuvieron mucha más acción que antes, los hombres se calentaban con más facilidad conmigo y me elegÃan mucho más que antes, con lo cual tuve que hacer muchos más “pases” con clientes que antes. Para si, entre Rikjard y madame, comentaban y pensaban: “Va muy bien, aprende muy rápido esta chica. Tiene un futuro, si le interesa, extraordinario”. “Hay que ver, hay que esperar, darle su tiempo de maduración, pero condiciones y actitud no le faltan”. A los 8 dÃas de haber andado en tanga todo el tiempo por la casa, llegó a mi habitación y para mi sorpresa, un nuevo cartel: “Nuevamente hemos cambiado las reglas. Esta semana, solo podrás usar sostén para cubrir tu cuerpo. Te vas a sentir bien putita con tu conchita al aire, seguramente más que antes y tal vez como lo que eres, una putita. Al estar tu culo descubierto por completo, cualquiera lo puede tocar o nalguear en cualquier momento y no te puedes resistir, pues esas son las reglas de la casa. Gracias. Rikjard y madame”. Pensé en ir a protestar pero luego me di cuenta que serÃa inútil. QuerÃa aunque sea usar tangas. Además, los corpiños me incomodaban y me parecÃa sin sentido usar corpiño y no tanga. Cuando le comenté esto a Rikjard y madame que preferÃa usar ropa interior completa, o solo tanga si tenÃa que elegir o completamente desnuda si no habÃa chance de que me autorizaran a usar tangas. Ellos muy estrictos me dijeron: -“Las reglas son las reglas y debes aceptarlas”. Y no me quedó otra que aceptarlas. Asà transcurrieron varios dÃas, casi 11 en los que mi vagina anduvo bien ventilada. Mientras tanto de noche seguÃa trabajando en el Night-club de la familia. Ahora entraba directamente en sostén y nada más. Algunas veces me permitÃan ponerme alguna falda transparente, pero no tangas. Y eso hizo que los clientes me eligieran mucho más que antes e hice muchÃsimos pases. HabÃa tenido más sexo en par de semanas que en toda mi vida anterior. Incluso muchos clientes, como ya estaba en conchita, me hacÃan que les suba arriba, me hacÃan desabrocharles sus braguetas, sacar sus vergas y me cogÃan ahà en el salón. A la vista de todos. Me hacÃan quedar como la más puta entre las putas, ya que alguna que otra vez no pude aguantar y me corrà con todo. Y me fui transformando en la más puta entre las putas. A los 11 dÃas de haberme casi acostumbrado a andar mostrando mi concha y mi culo por todos lados, llego a mi habitación y ahora el placard estaba lleno de ropa, pero era ropa algo anticuada, bastante conservadora, no habÃa una sola minifalda, o una musculosa escotada. El cartel del dÃa decÃa: “Toma esto como un entrenamiento. Ya puedes vestirte, con lo que quieras que haya aquÃ. Esta ropa es tuya, te la regalamos toda, incluso cuando vuelvas a tu casa puedes llevarte lo que quieras. No puedes andar más desnuda por la casa, ni siquiera puedes usar biquini y no puedes ingresar más a la Casa de Burlesque. No debes, ni puedes trabajar más allÃ. Ya te has ganado el alojamiento y comida del que te hemos hablado. Rikjard y madame”. Ya no entendÃa nada. HabÃa pasado el último mes casi desnuda todo el tiempo y ahora no podÃa. Estuve 5 dÃas usando esta ropa, vestida como Laura Ingalls prácticamente y al 6to. DÃa no aguante más. Estaba desesperada. Necesitaba desnudarme. Necesitaba que alguien viera mi vagina, mi culo, mis tetas. Que alguien me rozara incidentalmente o intencionalmente, necesitaba exhibirme en ropa interior en el Cabaret y que los hombres se babearan conmigo, necesitaba bailar strip tease para los clientes, ponerles un condón con la boca y que luego me cogieron y re-cogieran. Necesitaba todo eso y más. Pero no. No me permitÃan más trasponer la puerta negra que daba al Cabaret. Estaba vestida casi como una monja, y ya la ropa me molestaba. Y por lo que me habÃa comentado Rikjard esto iba a ser asà hasta mi vuelta a Buenos Aires. Es decir que ya no iba a entrar nunca más al Night-club. Ni siquiera para tomar una cerveza o despedirme de las chicas. Con algunas de ellas, habÃa entablado una buena relación y me habÃan enseñado unas cuantas cosas. En otro momento, en otro rincón de la casa, Rikjard le comentaba a su mujer: -“Está funcionando a la perfección el entrenamiento. Está sacando la putita que tiene en su interior. En unos dÃas más te va a suplicar que la dejes volver a desnudarse y al Cabaret”. Y no se equivocaban para nada… Un dÃa no aguante más y si bien no lo tenÃa permitido me agarró como un ataque de locura, de pánico y me desnudé en el medio de la casa. Quedé desnuda completamente y comencé a andar asà por la misma. A nadie le molestaba realmente, los mayordomos y sirvientes contentos, pero las reglas eran las reglas y yo las habÃa quebrantado flagrantemente. Rikjard me hizo llamar a su despacho. Me saludó muy cordialmente. Me preguntó qué habÃa pasado y yo le conté. Al final de la charla, en la que yo le expliqué y conté todo, él me puso un collar negro en el cuello, para marcar que estaba en penitencia. Aunque no me hizo nada. Me explicó que ese collar lo llevarÃa todo el tiempo mientras durara mi perÃodo de castigo. Ese dÃa a la noche pude volver al cabaret, pero serÃa de una manera especial. Rikjard me mandó a decir por uno de sus asistentes que me estuviera desnuda en el jardÃn principal a eso de las 19 hs… Asà lo hice. Fueron dos guardias de seguridad, dos gorilas, me ataron, me llevaron a una habitación oscura de la casa y me dejaron asà hasta las 24 hs... A esa hora, me llevaron al Burlesque. Yo seguÃa teniendo el collar negro que marcaba que estaba en penitencia. Y sà antes fui un objeto sexual, un juguete sexual de varias personas durante varias semanas, en calidad de penitencia me tratarÃan con algo mucho más bajo y vil que ello. Con los ojos vendados, amordazada con una de mis tangas en la boca y desnuda. Me ataron en el medio del Cabaret y dejaron una fusta a mano. Cualquier cliente que quisiera y gratis, me podÃa dar fustazos en el culo, en la vagina o en las tetas. También podÃan realizar conmigo otras prácticas medio sado como introducirme bolas chinas en el culo y demás. Yo estaba completamente expuesta e indefensa, desnuda y atada por las muñecas al techo. No veÃa, no podÃa gritar, solo sentir, lo que fuera que tuviera que sentir. En un momento tuve ganas de orinar y se lo dije a Rikjard cuando pasó cerca de mÃ. “Aguántate” me dijo él en un tono cortante. También los clientes podÃan introducirme dedos en la vagina. Muchos lo hicieron y me corrà una y otra vez, como una verdadera zorra delante de todos. No podÃa parar de gemir, de humedecerme, la sensación era de una lujuria total, aparte llevaba antes de esa noche casi una semana de abstinencia sexual. Más tarde me comentarÃan que al lado mÃo habÃa un cartel con un listado de todas las cosas que los clientes podÃan hacerme gratis ese dÃa y por cuáles tendrÃan que pagar. Hacerme sexo anal ahà delante de todos costaba unos 70 euros y si no me fallan las cuentas recibà unas 3 o 4 vergas por el ano. Sexo vaginal unos 50 euros y solo 2 quisieron hacérmelo asÃ, ya que estando yo parada se complicaba un poco. Otra cosa que me hicieron ese dÃa fue: un cliente pagaba la suma correspondiente, entonces venÃa un empleado y al collar le ponÃa una soga que entregaba al cliente, me soltaban las ataduras de las muñecas por un rato, el cliente tiraba de ella y yo debÃa ir gateando hasta la mesa de ese cliente y practicarle sexo oral, tragándome todo el semen. Fue una rara sensación, pero también tuvo algo de lindo. Yo estaba ahÃ, desnuda, atada y expuesta. Era menos que un juguete sexual. Menos que un animal sexual. Cualquiera de los presentes hacÃa conmigo lo que querÃa. Me tocaron, me penetraron, me hicieron de todo. Y me gustó. No me pregunten porqué. Sé que no es lo normal, lo lógico, lo convencional, pero me gustó y lo disfruté. Disfruté que me hicieran sexo anal, los fustazos, los petes, el sexo vaginal, en fin confieso que disfruté todo ese dÃa de penitencia muy intensamente. Al otro dÃa ya habÃa superado mi dÃa de castigo y volvà al Cabaret pero normalmente como en los dÃas anteriores. Sin embargo no pude volver a usar ropa y mientras estuve en esa casa anduve o bien desnuda o por momentos en tanga. A partir de ahà saqué bien afuera la PUTA que hay en mà y fui en el Cabaret la más perra de todas. Batà todos los records de ganancias del mismo. No le hice asco a nada, hasta hicieron un Gang Bang conmigo en el medio del salón en el que me habrán cogido unos 20 a 24 clientes. Asà transcurrió más de un mes. Luego, por suerte el mes de intercambio estudiantil terminó. Los padres de Melanie me acompañaron al aeropuerto y me despidieron como si todo el mes hubiera sido un “intercambio estudiantil normal” y no como lo que fue. Que gente rara que eran. Por suerte terminó y volvà a mi casa. Realmente no aprendà mucho de lo que venÃa a aprender a Francia, pero por cierto que aprendà muchas otras cosas y debo confesar que hoy ya de vuelta en mi paÃs y en mi vida normal, usar ropa me cuesta, por eso cuando puedo, aprovecho y me hago una escapada a playas nudistas.
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